Prueba a mirar el menú durante un tiempo cuando vayas a algún restaurante y busca platos típicos del lugar. Pues bien, ahora fíjate bien en su traducción.
El plato estará igual de rico pero a lo mejor te atragantas cuando veas las barbaridades que se utilizan al traducir nuestras delicias culinarias regionales como son el gazpacho, salmorejo, cocido, migas del pastor, patatas a la importancia, patatas a lo pobre, caldereta,…
No es extraño encontrarnos ante un menú ininteligible para un extranjero y no nos damos cuenta de que no sólo no pedirá la especialidad de la casa, sino que no va a recomendar nuestro restaurante ni volverá durante su estancia en nuestra ciudad porque no habrá probado nada diferente a lo que está acostumbrado y se habrá decantado por comer algo simple y hasta puede que haya quedado decepcionado al pedir algo que él conocía y haya visto que lo que le han llevado es algo muy distinto.
Un traductor no es una máquina ni es una persona que busca un término en otro idioma. Para eso están los diccionarios (pero ojo, hay que saber interpretarlos), sino que es un profesional formado para trasladar de una lengua y cultura a otra distinta a la lengua origen, de modo que adaptará cualquier menú para que el idioma no sea esa gran barrera que existe en muchos negocios de hostelería hoy día.
¿Aun así te parece caro traducir el menú de tu carta? Comer en español debería ser igual que comer en inglés, francés, alemán,…o cualquier otro idioma. Si estás orgulloso de tu servicio y tu buen hacer, ¿por qué no haces que entiendan lo que haces?